lunes, 13 de abril de 2009

Cautivo, ¿una copita?


Semana Santa por todo lo alto y regocijo general por cómo ha funcionado este poliédrico engranaje que es la semana mayor de Málaga. Hay tantas semanas santas como malagueños son. Soy del grupo de los que la empiezan el Lunes Santo y la terminan el mismo día. La salida procesional de esta imagen sin par del Señor Cautivo nos deja tan plenos que poco más no cabe en el cuerpo y apenas si permite un resquicio en el alma para otros menesteres y otras aficiones. Y así fue como hace hoy siete días acompañé durante un buen trecho al tsunami de penitentes que detrás del Hombre de la túnica blanca se dan cita y lugar cada primavera en nuestras calles. Yo no fui penitente, fui acompañante de penitentes. El ir detrás del paso del divino trinitario es algo que no corresponde a la voluntad de cada cual. Es una sencilla respuesta a una llamada que te dice "Sígueme". Y allá que vas. Yo aún no he sido merecedor de esta invitación. Pero sí los más de treinta mil malagueños de toda clase y condición que se echaron a las espaldas ocho horas de caminata, paradas y arrancadas, mirando sólo la espalda de Aquel por el cual se hace esto y más. Creo que no hay nada en Málaga más digno de ver que el abigarramiento, la policromía de figuras, la sinfonía de rostros, el maremágnum de sonidos, de expresiones, de miradas, de rezos, de suspiros, de lágrimas, de consuelos, de humana solidaridad con el que ya renquea, de no puedo más, de ya llegamos, que se puede sentir, que no ver, en medio de la riada humana que desde el Guadalmedina allá se vuelca sobre el corazón de la ciudad cada cierto lunes de cada incierta primavera. Sientes que estás en el centro de un laberinto, en el epicentro de un movimiento telúrico del que lo desconoces todo. Ni sabes su origen, ignoras su destino ni sabes explicar la mitad de cosas que allí ves u oyes. Te dejas llevar y te sientes, como quizás nunca en tu volandera vida, hermano; sí, fraterno, cercano, volcado, dame tu mano, toma la mía. Cosas del corazón, del alma y del ser hombre, ser humano con deberes, que no con derechos.
Pues bien, todo esto hay quien lo contempló, casi a pie de procesión, con una copita en la mano. Uno de los prendas, con una copa de tinto, el otro con una copa larga. La moza que los acompañaba, sólo reía; menos mal. Fue en la calle de Larios. Iba a decir el número de la finca, porque me lo grabé en el entrecejo; pero a lo mejor los dueños de la hacienda nada tenían que ver con aquella fantochada que se desarrollaba en la ventana de su casa. Ni qué decir tiene que fue el comentario generalizado de la humana riada. Algunos increparon con gestos y con palabras. Los aludidos, mientras, reían y empinaban el codo al paso del Señor de Málaga. Yo callé, por más que la adrenalina me salía por el surco nasoconjuntival. Pensé que en el camino del Gólgota, y antes en el Pretorio, hubieron muchos bufones, libres o a sueldo, como aquellos dos del Lunes Santo de Málaga de 2009. Estaba bien aquello, mira por donde. Larios era la Via Crucis, con sus groserías, sus chabacanadas y sus risotadas. La Pasión reproducida con fidelidad. En algún momento pensé que la cosa podía ir a mayores. Pero todo se recondujo por sí mismo. Los penitentes pensaron que no merecía la pena, sintieron conmiseración de aquel par de fantoches y pá lante que ya queda menos.

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